Para los viejos mexicanos creados en la sociedad de hace
unos años, había cuatro “instituciones” que se respetaban y
hasta se veneraban: la Virgen de Guadalupe, la Bandera, el Presidente y el
Ejército; hoy la única que sigue incólume es la Virgen de Guadalupe; el Presidente
(quizá desde Zedillo, pero
seguramente desde Fox) ya muy pocos
espacios reverenciales le quedan (bueno, pues hasta Televisa se burla de él); la
Bandera ha sido ultrajada tantas veces y de manera tan repetida que hasta los “señores”
legisladores la usan de escenografía o nos dicen “alegremente” que también
es azul, y; el Ejército ha perdido credibilidad y respeto de manera sistemática
desde principios del siglo, pero más certeramente desde hace una década.
Ese descrédito, que ha caído ya en un grave deterioro de
la imagen del Ejército Mexicano ha llegado a los “medios internacionales” (Le Monde y Le Figaro, las dos principales publicaciones diarias francesas
hicieron de esa “institución” una caricatura tras el desfile del 14 de julio), pero
lo más grave de él es que el reconocimiento que antes tenía en foros
internacionales simplemente se ha desvanecido, los agregados militares en
nuestro país “transmiten” a sus gobiernos una opinión muy desfavorable
(desafortunada) de nuestras fuerzas armadas.
Ya desde hace casi dos años algunas fuentes
especializadas nacionales, han señalado que los generales del Ejército mexicano:
“están
muy descontentos” ante las constantes ineficiencias del gobierno y el
sistema judicial nacional.
Ya también entre otros mandos del Ejército mexicano, se
ventilan casi de manera cotidiana y sin mayor recato, temas como los niveles de
inexperiencia, de falta de capacidad y hasta de estupidez del titular del
Ejecutivo federal y de casi todo su gabinete; en algunas de las pláticas de café
o copa de esos mandos “el respeto a la institución presidencial ha
pasado a segundo término”
Así, la figura de Enrique
Peña Nieto, se ha deteriorado primero entre los mexicanos comunes (hoy su
nivel de aprobación es menor al de cualquier presidente en cualquier momento de
su mandato), después entre los grupos políticos nacionales opositores al mismo Peña (de partidos opositores y del
mismo PRI), también en los círculos financieros internacionales (pasó del saving México
a Peña
Nieto es una figura políticamente insignificante) y ahora entre los mandos
del Ejército mexicano.
Desde hace algunos meses, se maneja la posibilidad de que
Peña Nieto esté “gravemente
enfermo” y que “no concluya vivo su periodo”, un conocido
que trabaja en el área de comunicación social de la presidencia, me dice que
para la redacción de los “boletines de prensa” que se han
emitido tras las ocasiones que ha sido internado, se buscó la asesoría de
especialistas en redacción para evitar caer en imprecisiones y no se ha dicho
la verdad, pero tampoco mentiras respecto del estado de salud real de Peña. Rafael
Loret de Mola asegura que es un cáncer de próstata, pero nadie lo sabe.
Hacia finales del año pasado un antiguo compañero de
generación que “asesora” al grupo parlamentario del PRI en la Cámara de
Senadores, literalmente me dijo: “hay pocas posibilidades de que logre
concluir su mandato vivo, está tan enfermo que permanentemente está dopado”
y pues sí, versiones periodísticas cada vez más repetitivas señalan que su
incapacidad para recordar datos elementales, su extravío en el discurso y hasta
la torpeza para mencionar palabras o tartamudeo en los discursos, son muestra
de un deterioro de sus capacidades cognitivas causado por un agente médico que
le hace desvariar.
Peña
Nieto nunca fue brillante (es más sus compañeros de escuela lo
consideran hasta mediocre), pero hasta una persona con graves problemas en sus
capacidades, puede saber que el puerto de Veracruz no es la capital del estado
de ese nombre o que Lagos de Moreno no es un estado.
Ya hace más de un año escribí que Peña
estaba secuestrado por los mando militares y que limitaban sus apariciones
pública y hasta controlaban sus alocuciones, parece que de alguna manera se
libro de ese grillete, pero sus errores ahora son absolutamente inaceptables.
Dicen los que saben de temas de imagen, que e Peña está muy erosionada, que está tan
lastimada que no habría posibilidad alguna de revertir el daño; también dicen
algunos investigadores de fisonomías que el rostro del presidentes está muy
demacrado y cadavérico, que se nota un rápido quebranto de su salud.
Dado que las “instituciones” fundamentales de esta
sociedad están muy desgastadas y una de ellas está a punto de fenecer (sin
figuraciones), desde diversos ámbitos del poder real ya vemos posicionamientos
claros (la perorata de Brozo en
televisión abierta es sólo una de las múltiples manifestaciones de ello), los
senadores (que no cambian) y los diputados electos de las diferentes fuerzas
políticas nacionales realizan “acuerdos” tendientes a “mantener
la estabilidad” y los mandos del Ejército están cerrando filas en torno
a figuras emblemáticas ante el fatal desenlace.
Lo grave, lo realmente espeluznante es que la iglesia
católica (con su emblema) también se aglutina en torno de figuras políticas que
parecen garantizar sus canonjías.
La sociedad parece estar ajena a una situación de
emergencia, no veo organización social capaz de influir en la decisión de la
sustitución presidencial.
SALUD
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