“la Carta Magna estará vigente cuando prevalezca la cultura de la
legalidad” dice el “flamante” presidente de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación, José
María Aguilar Morales; sólo atendiendo a la contundente premisa, la conclusión
es clara; con una “clase política” acostumbrada a la ilegalidad, asumida como
ajena al cumplimiento de la normalidad; siempre dispuestos a “asegurar”
que todo lo que ellos hacen no se viola la ley y que se apega estrictamente a
la legalidad.
Ellos siempre dispuestos a demostrar que eso pasa, están
dispuestos a nombrar al incondicional del “amigo íntimo” para que lo investigue
a él y al amigo, independientemente que a todas luces se observe lo contrario; están
dispuestos a volver a violar la ley para hacernos creer que no la violaron
antes.
Con una sociedad cada vez más preocupada por satisfacer las
necesidades del mañana y sumida en una terrible situación social, política y
económica; el manejo de esos artilugios se hace con muy poco éxito.
Ese grupo en el poder que decide y se investiga, para lograr
conclusiones que sólo a ellos les parecen legales y esa sociedad cada vez más
distante de su clase gobernante; sólo llevan a una lugar.
La vigencia de nuestra Carta Magna, desde su misma promulgación
hace ya 98 años, es sólo una ilusión, ahí se establecen derechos inaplicables;
se otorgan garantías irreclamables; en ella se hacen pronunciamientos sólo de
carácter enunciativo, sin responsables de cumplirlos. Todo el entramado legal está elaborado para
beneficio de unos cuantos, para hacer de México un país mucho más injusto.
Sólo citar que no hay tipo legal alguno para castigar la corrupción
de funcionarios públicos y que los tipos legales aplicables son prácticamente
inaplicables.
Bien, nuestro marco legal sólo nos deja el camino para
retomar en nuestras manos el derecho inalienable a nuestro bienestar, cosa
parece acercarse cada vez con mayor velocidad.
Hoy hasta organismos internacionales defensores de derechos
humanos, han dejado claro que “no hay nada que aplaudir” y no lo
hay porque hemos dejado, desde hace tres décadas, que un grupito siga haciéndonos
creer que lo están haciendo de maravilla pese a que la gran mayoría de los
mexicanos sabemos que las cosas empeoran a diario.
La cultura de la legalidad se construye a partir de la
observancia irrestricta de la ley y, en su caso, la aplicación de la sanción
pertinente, pero si en México seguimos viendo a un grupo de inalcanzables, el
resto de la población asume que ellos también tienen derecho a no cumplir con
la ley.
El México legal se alcanza a partir de obligarlos a dejar
esas canonjías, a abandonar sus fueros que los han librado de la aplicación de
la ley.
Sólo como cultura general, ese señor que cobra mucho dinero por presidir una institución, es el responsable de que la legalidad se parte de la cultura.
SALUD
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